Se trata de una propuesta basada en la sencillez organizativa y de composición, agrupando los distintos usos en un único edificio. El programa se divide principalmente en dos partes de funcionamiento independiente: el vivero de empresas y el centro tecnológico; adecuadas cada una a las distintas necesidades técnicas y espaciales que condicionan los aspectos constructivos, estructurales y de instalaciones.
La definición del volumen del edificio se configura como una unidad formal, material y, por tanto, visual, donde las distintas alteraciones en plantas elevadas evidencian las distintas partes del programa y permiten un mayor aprovechamiento de la luz natural y de las vistas. Dicha volumetría potencia el carácter rotundo y representativo del centro, fácilmente visible y reconocible desde la distancia.
Las fachadas, se resuelven en plantas superiores, con grandes celosías de aluminio anodizado, que permiten el control solar, evitan la incidencia de luz directa sobre los vidrios. La orientación de dichas celosías, así como la densidad de las mismas y el efecto de superposición entre varias de ellas permite controlar y adaptar con un mismo lenguaje formal y estético la fachada a las distintas orientaciones. Los aleros de las plantas elevadas también varían sus dimensiones en función de la orientación para adecuar la protección solar a los distintos programas del centro. La planta baja, en cambio, se diseña como zócalo ciego de las superiores, con un acabado de hormigón visto.
Con esta configuración uniforme de fachada y una estructura de grandes luces, se buscaba desde el inicio del proyecto la mayor versatilidad espacial y funcional, con posibilidades de reorganización interna, áreas interconectadas y elevado grado de confort lumínico y ambiental. Esta solución arquitectónica flexible ha permitido, incluso en la propia ejecución de la obra, modificar los espacios interiores donde las actividades a desarrollar de los primeros usuarios se iban definiendo a la vez que el edificio se iba construyendo.